viernes, 26 de marzo de 2010

ATRAPADA

2:00 de la mañana. Me despierto repentinamente muy asustada. No sé cuánto tiempo ha pasado. No sé dónde estoy. Miro a mi alrededor y me asusto todavía más, no veo nada, ¿dónde estoy? Está oscuro, estoy incómoda, estoy nerviosa. Me levanto, estoy sudando, creo que necesito una ducha, necesito despertarme del todo. Quiero entender qué me ha pasado, por qué estoy aquí. No recuerdo nada, hago un esfuerzo... y nada!!

-¿¿¿Dónde estoy??? -grito, parece que nadie me escucha.

-¿¿¿Hay alguien aquí??? -grito más fuerte. Creo que estoy sola. La habitación es pequeña aunque no veo muy bien, está muy oscuro. Pero hay una puerta, voy hacia ella, a lo mejor puedo salir y entender qué es todo esto. Nooo, la puerta está cerrada. ¿Qué está pasando? Mi corazón late muy fuerte, estoy nerviosa, estoy encerrada. -Sacadme de aquí!!! -grito con todas mis fuerzas- Alguien me oye????? El silencio es aplastante. No se escucha ni una gota de agua, ni un mísero sonido. Nada. Nada, nada, nada.

Tengo que relajarme, hay poco espacio y si no puedo salir de aquí más vale que me relaje. Decido volver a tumbarme, para intentar tranquilizarme. Me tapo con la única manta que hay, es muy fina, tengo frío. Intento no alarmarme, tengo que descansar y seguro que puedo recordar algo. ¿Cómo es posible? Qué extraña es la mente, nunca me había pasado esto. Qué raro es no tener memoria. Bueno, memoria selectiva. Recuerdo cuando era pequeña, recuerdo mi colegio, creo que recuerdo a alguna gente, varias caras pasan por mi mente pero no sé muy bien quiénes son. Parece que son gente de otro tiempo. Cómo si fueran de otra vida. Pero, ¿y ahora? No tendría que pensar en por qué estoy aqui, sino primero pensar en quién soy, de dónde vengo, dónde vivo... ¿Qué hago yo aqui?

Mmmmmmm... voy a intentar pensar, no puede ser tan difícil. Es mejor estar tranquila, los pensamientos vendrán a mi cabeza, tienen que venir. A ver... se que soy una persona, tengo capacidad de pensar, de moverme, de andar, de hablar, de hacer algo, si... si, estoy segura de que hago algunas cosas, con las manos, de hecho. Bien, creo que ya estoy empezando a recordar algo. Miro mis manos, son muy bonitas, la verdad. Me gustan. Me toco mis dedos suavemente. Eso me relaja. Tengo que cuidarlos. Eso es algo que sé. No sé porqué pero sé que es importante. ¿Qué más? bfffffff... sigue todo difuso, me cuesta avanzar. Tengo un muro. Es un muro completamente negro pero tengo la certeza de que al otro lado hay claridad. ¿Y qué hago? Intento escalarlo, como se escala un muro con la mente?? El muro es interminable. La sensación es como en los sueños, cuando persigues a alguien, estás a punto de alcanzarlo, es cuestión de vida o muerte, pero nunca, nunca lo alcanzas. El sueño puede ser inacabable, miles de paisajes corriendo, diferentes lugares, nunca te cansas de correr pero jamas lo encuentras. Vaya, parece que se algo. Al menos sé que existen los sueños, creo que eso también debe de ser importante.

---------------------------------------------------
4:30 de la mañana. Me despierto suavemente. Me siento un poco mejor. Sólo se que no veo nada y no reconozco este lugar. ¿Dónde estoy? Ah, si, ya me acuerdo, no tengo ni idea. Recuerdo que me he despertado antes y que estoy encerrada. Vaya, eso si puedo recordarlo, pero antes, nada. No hay nada! Al menos he dormido un rato, eso parece. Me toco mi cuerpo, sólo llevo un vestido corto, reconozco este vestido. Es el que me puse para el cumpleaños de Alex. ¿Alex? ¿Quién es Alex? Si, creo recordar a Alex, creo que lo conozco hace mucho tiempo. No consigo ponerle cara pero intuyo que Alex debe ser alguien muy presente en mi vida. A lo mejor es mi novio, o un amigo, o un compañero de trabajo... pero no consigo saber quién es. Uffff.... me siento agotada, esto de hacer memoria de la nada me resulta muy dificil. Pero ya no tengo sueño. Es mejor que intente pensar en ello más despacio. Más tranquilamente. Voy a intentar no pensar en nada durante un rato, sólo estar conmigo, tocarme, reconocerme. Es cierto que al tocarme reconozco mi cuerpo, me es familiar. Al menos eso no es extraño, tengo que intentar pensar de forma positiva, sino no podré salir de aquí. Vuelvo a mis manos, es una sensación muy agradable, además no dejo de sentir que tengo que cuidarlas. Poco a poco un gran objeto de forma pentagonal va apareciendo en mi mente. Es un piano, sí, un piano. Creo que empiezo a recordar algo, creo que soy pianista!! Creo que tocar el piano es lo que ha conducido mi vida. Pero, qué vida?? No sé como me llamo ni de donde vengo, y mucho menos que me ha pasado para llegar aquí. Pero soy pianista y eso me tranquiliza, no sé cuando voy a volver a tocar un piano y tampoco sé cuando voy a poder salir de esta pesadilla pero al menos algo sé de mi vida. Aunque no sirva para hilar nada pero... tengo sueño. Qué bien, volver a dormir, es mucho mejor que despertar... Qué suerte poder dormirme, pienso, lentamente, mientras mis ojos caen como plomos pesados y desaparezco. Siento que me desintergro dentro del colchón, caigo hondo hacia abajo para desaparecer en medio de él. Es una sensación agradable, no entiendo nada pero siento que desaparezco y que pequeñas particulas que forman parte de mi se diluyen en el aire, se difuminan, se pierden...........me agrada esta sensación porque es como si fuera otra persona. Yo ya no siento nada. Ya no estoy. No existo.

----------------------------------------
6:30 de la mañana. Siento que alguien me está acariciando el pelo. Estoy muy dormida, no puedo abrir los ojos. No puedo despertarme, pero tengo esa sensación. La realidad me da un poco de miedo, prefiero seguir durmiendo, pero la sensación es gustosa asi que no me muevo, me dejo y sigo medio dormida. La verdad es que me siento tan extraña que no consigo diferenciar la realidad de la ficción. No sé si todo esto es un sueño o sólo algunas partes. No sé si alguien me toca o me gustaría que me tocase. Está todo muy difuminado, es muy abstracto. No se nada de nada, solo se que esa mano es increible. La verdad es que me gusta, ahora me está tocando la espalda. No me muevo, me siento una niña cuidada. Qué extraño, verdad? Pero esta sensación es la mejor que he tenido desde hace mucho tiempo. ¿Cuanto tiempo? No consigo saber muy bien como se mide el tiempo, ni siquiera entiendo qué es el tiempo. Pero esa mano recorre mi cuerpo y comienzo a excitarme. Me entra la curiosidad, creo que esto es real ¿quién me está tocando? No se si debo hacer algo, darme la vuelta y descubrirlo, ponerme de pie, preguntárselo en voz alta. Tengo tanto miedo -a la vez que continuo excitándome- que no sé si soy capaz de darme la vuelta y mirar quién está detrás mío, en esta cama, en esta habitación, en esta locura. No se quién soy, no sé lo que sé tiene que hacer. Creo que no puedo pensar, me agota demasiado y ahora ya no quiero dormirme. Me gusta esa mano que me toca pero me siento completamente inmóvil. No puedo hacer nada. Es como si ahora no tuviera la capacidad de moverme. Pero siento que puedo hablar, tal vez podría decir "hola..." o "quién eres..." o "tú sabes dónde estamos...?"... me da miedo decir algo pero creo que será mejor intentar descubrirlo. Intento decir algo pero no me salen las palabras. Vaya, parece que tampoco puedo hablar. No me salen las palabras. ¿Qué me está pasando? Creo que me han drogado, algo me he tenido que tomar, creo recordar que la vida no es así. Es extraño, a pesar de esta "angustia" tengo una gran sensación de bienestar, de cosquilleo, de placer. Esa mano comienza a tocarme los pechos. Consigue ponerme los pezones duros, no puedo entender lo que está pasando. Me toca muy suavemente, como si tuvieramos toda la vida por delante. Realmente lo hace muy bien, creo que estoy mojada. Parece como si estuviera secuestrada pero al mismo tiempo me siento agusto en este lugar. La verdad es que desearía no irme nunca de aquí. Ahora siento calor. Pero un calor agradable, intenso, un calor aromático, con olor a incienso, con olor a fuego, a pasión, a precipicio. La mano sigue su curso por mi cuerpo, no aumenta la velocidad, sigue lennnnntamente. Me encanta que lo haga de esta manera. Tengo miedo de que si me doy la vuelta pare de tocarme. No quiero que pare. Deseo que siga, que no termine nunca. Al final la curiosidad puede con el miedo y muy lentamente consigo darme la vuelta. Me asusto cuando veo a alguien ahí! No digo nada, no puedo decir nada. Ya he descubierto que no puedo hablar. Pero si puedo pensar, puedo sentir, creo que puedo correrme. Esa persona que está frente a mí continua tocandome, mientras me mira a los ojos. No puedo apartar mis ojos de los suyos. Esa mirada me está matando de placer, esos ojos me deboran, me pierdo dentro de ellos, estoy dentro de ellos. Son ojos verdes como los de un tigre en celo, no parpadean, la mirada es más intensa que el fuego. Muero de placer, no puedo dejar de mirarlos. Esa mano ahora baja por debajo del ombligo. No puedo creer que vaya a adentrarse ahí abajo. Me toca donde sabe que debe hacerlo y siento que se me corta la respiración. Quién es esa persona?? por qué me gusta tanto?? Por primera vez en todo este tiempo -infinito- tengo necesidad de tocarle, no quiero que pare pero quiero tocarle yo también. Quiero que él se excite como yo. Quiero que esta explosión la sintamos juntos. Sea quien sea. Estemos donde estemos. Pero este momento ahora mismo ocupa toda mi vida. Me acerco a él mientras respiro cada vez más profundo, más fuerte, siento que voy a estallar de placer. En ese momento pongo mi mano en su cuerpo y con la otra mano él me para. Se pone encima mío y por primera vez me habla: -Tú no hagas nada. Ahora sólo disfrutas tú. Sus palabras fueron ordenes. No sé quién es ni que estamos haciendo aquí, solo sé que no quiero que pare y que él decide todo lo que tenemos que hacer. Sigue tocandome como sólo él sabe hacerlo. Mis gemidos son cada vez más fuertes. No me importa expresar mi placer, me siento así y me dejo llevar. No me importa porque ni siquiera se quién soy ni cuando vamos a cambiar de capítulo, sólo sé que esa persona ahora mismo tiene el absoluto control sobre mí. Puede hacer conmigo lo que le de la gana. Me encantaría decírselo pero no puedo hablar, creo que él lo sabe ya que me está metiendo la mano y la lengua por todas partes. Puede hacer conmigo lo que quiera, mi cuerpo es suyo. Toda yo, enterita, estoy dentro de sus ojos, de sus manos, de su ser......................mientras pienso en esto empiezo a acercarme a una bola blanca muy grande, inmensa, es como una estrella, un sol, un mar, un océano, es el universo entero a punto de estallar, hasta que...........!!!!!!!!!!¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ estalla, gimo, grito, me estremezco, mis musculos se tensan hasta el máximo, me cuesta respirar, me pierdo, me difumino, floto en el espacio, me siento como nunca me había sentido, expreso con todo mi ser y llego a un mundo en calma, lleno de colores, de felicidad. Siento que he llegado al lugar de mis sueños, mi cuerpo se relaja, de pronto vuelve el sueño, no entiendo nada de nada pero antes de que pueda darme cuenta he vuelto a quedarme dormida. Profundamente dormida.

CARLA Y EL FARO

No había nadie en la playa. Era una tarde de invierno. Las olas rompían con fuerza contra la orilla. Hacía viento, suave pero intenso. Era una playa distinta, tenía mar por los dos lados. A la derecha un lago inmóvil, sereno; a la izquierda mar abierto, valiente, salvaje. Entre medio hermosas dunas de arena blanca y fina. En otros tiempos Carla se había sentido feliz allí. Ahora paseaba con el viento de cara, se sentía fuerte, estaba decidida. Había llegado el momento de dar ese paso tan importante que desde hacía tanto tiempo sabía que tenía que dar. Carla caminaba sin dar vuelta atrás, su moto había quedado aparcada kilómetros atrás. Era una playa de 17 km de largo, parecía que no tenía fin, se perfilaba como una línea de color naranja en medio del mar. El único punto que marcaba el final de la playa era un pequeño faro.


Carla avanzaba deprisa, cada vez más segura. Parecía como si la fuerza de sus pasos fuera capaz de ayudarla en su decisión. Era el momento de decir la verdad, el momento de contar su secreto. No había vuelta atrás. Recordó como había conocido a Alex, como habían comenzado aquella bonita historia, como después se complicaron las cosas... recordó cómo se había enterado de la noticia, recordó la reacción de él, la suya... después vino el miedo. Miedo. No iba a ser capaz de salir adelante, no estaba preparada para ser madre. No podía hacerlo, no sabía hacerlo. El no se dio cuenta de nada, pensó que a ella le hacía ilusión seguir, así que le animó a ir a por todas. Empezó a hablar de niños, comprar cosas, leer libros. Ella pensó que él se había vuelto loco, no le aclaró que no quería seguir con esto, que quería terminar con ello.


Ante la duda de que él se molestase, ella fue sola a la clínica e hizo lo que tenía que hacer, pero no fue capaz de contar la verdad. Continuó disimulando, hablando de bebés, de ginecólogos, de clases de preparación al parto... Alex empezó a comprar biberones, chupetes, pijamas y todo lo que puede ser necesario para un recién nacido. Carla sentía que se estaba volviendo loca, la mentira había llegado demasiado lejos cuando ya no había ningún bebé. Había pasado casi un mes desde su aborto, había estado mintiendo a todo el mundo, sentía que se estaba desdoblando en dos vidas. Una, la visible, la correcta, la que todos esperaban; y otra, la escondida, la real.


Carla caminaba más despacio por aquella playa escondida, perdida en el mundo. Es una de esas playas que no vienen en los mapas y que sólo conocen unos pocos. Carla no estaba segura de lo que había hecho, tenía miedo de haberse equivocado, tal vez no lo pensó demasiado, fue un acto impulsivo? fue sólo miedo? por qué? Carla se sentía sin salida. Necesitaba deshacerse lentamente en miles de trocitos de cristal. Sentía querer caerse esparcida por esa playa, esa arena. Pertenecer a la arena como si ella fuera un conjunto de miles de puntos diminutos. No sabía cómo afrontar la realidad. No sabía cómo se cuenta una verdad tan grande ante una mentira tan horrible. Empezaba a sentirse más débil. El viento se intensificaba, soplaba cada vez más desafiante, las olas cada vez más grandes. Comenzaba a llover muy fuerte, era casi granizo. Hacía frío, un frío cortante y helado que se metía por debajo de su ropa. Carla pensó que era el final, había andado demasiado, si no paraba de llover, si no se calmaba el frío, no se sentía con fuerzas para volver.


Desaparecer. Desintegrarse. Vaporizarse. Eran los deseos de Carla mientras llegaba al final de la playa, una playa llena de dunas, llena de vida, llena de cosas bonitas que se acaban. Carla siguió avanzando. Sentía que era el final. Seguiría hasta que se acabara la playa. Sentía el frío cortándole los huesos, el viento aplastando su pelo, los rayos apuntando hacia ella. No se veía capaz de tomar ningún otro destino que el de seguir hacia adelante por esa playa. Tenía una lucha que vencer, una verdad que afrontar, una vida real por debajo de una vida inventada. No podía dejar que esta vida inventada fuera la protagonista. Tenía que sacar esa fortaleza que algún día tuvo, y desenmascarar esta película.


Y de repente: el faro. Carla avanzó muy despacio hasta situarse delante de la puerta. La vista era espectacular. Arena, dunas, mar por todas partes. Y un faro. Un faro blanco muy alto, esbelto, imponente. Estaba iluminado por dentro. Carla estaba empapada, bloqueada, asustada. Quiso entrar. En ese momento Carla no sabía lo que podía haber allí dentro, pero si entraba podría refugiarse de la lluvia y del miedo de aquello que antes le daba tanta seguridad y ahora la asustaba tanto.


Llamó a la puerta. No contestaba nadie. No parecía haber nadie. Carla esperó, deseo con todas sus fuerzas que hubiera alguien allí dentro. Se sentía sola en el mundo, con esa lluvia torrencial que parecía desmoronarlo todo. Espero... uno, dos, tres, zas! La puerta se abrió. Detrás de ella sólo había una niña. Una niña pequeña de unos 5 o 6 años, el pelo largo y rubio lleno de tirabuzones. Y una sonrisa. "Hola Carla" -le dijo sonriendo. Esta niña le resultaba familiar. ¿Qué estaba haciendo allí? La invitó a pasar. Dio un paso al frente, había un pequeño espacio muy confortable y una enorme escalera. Siguió a la niña que la llevó hasta una pequeña sala, donde la invitó a una taza de té. Carla estaba estupefacta. "¿Quién eres?" -le dijo. La niña la miró fijamente unos segundos de una forma demasiado directa. Carla se sintió un poco insegura aunque, era mucho mejor estar allí dentro que fuera sola ante la tempestad. La niña le respondió "Soy la niña que no quisiste tener".